OPINIÓN ON-LINE

La Alianza del Pacífico: una propuesta congruente para el Asia y el mundo

A escasos tres años de su creación, la Alianza del Pacífico (AdP) parece ser la alternativa de integración más ambiciosa que ha existido en América Latina.

Juan Carlos Martínez A.
24 de junio de 2014

El bloque de países de economías abiertas conformado por Chile, Colombia, México y Perú ha tenido logros importantes en materia de integración, reducción significativa en tarifas aduaneras entre sus miembros, movilidad de estudiantes, apertura conjunta de embajadas en Asia y África y está terminando de consolidar la puesta en marcha de una bolsa de valores conjunta.

Sin embargo, lo que el reelecto presidente colombiano Juan Manuel Santos describe como el nuevo “motor del desarrollo y la prosperidad” de Latinoamérica podría fracasar, si la Alianza del Pacífico se concibe como una especie de bloque político excluyente, que se contraponga al Atlántico y si el Congreso Colombiano –que está en mora de aprobar el acuerdo marco que regula la Alianza, no es consciente de los beneficios que podría traerle al país, conformar esta clase de “dream team” o ”equipo soñado” que le permitiría a estos cuatro países crear una “marca regional” que transmita la confianza y seriedad que necesitan los inversionistas extranjeros.

La integración económica en América Latina ha sido un camino complejo que requiere ser revisado, y este nuevo bloque cuenta con todo el potencial de convertirse en la mejor alternativa de inversión y de desarrollo; siempre y cuando sea capaz de capitalizar los siguientes elementos: en primer lugar, debe procurar un sistema de convergencia con el Mercosur, en la medida que este y la Alianza del Pacífico son hoy en día los dos procesos de integración de mayor envergadura en la región; un factor crítico para la Alianza es la alta dependencia que presenta Chile de las empresas brasileras y en la medida que Brasil se sume al grupo como un miembro “observador”, o incluso como país “asociado” podrían potencializarse los encadenamientos productivos de la región debido a la alta importancia de la plataforma productiva de Brasil.

 En segundo lugar, los sectores públicos de los diferentes países que la conforman deberían trabajar eficientemente, de lo contrario el grupo podría fracasar, es necesario entonces que exista una coordinación interna en cada uno de los países de manera que permita y facilite la integración con los otros; de acuerdo con lo anterior, la existencia de una presidencia pro témpore en donde cada país es el líder del grupo durante un año, podría ser revisada y mejorada.

En tercer lugar, la AdP debería integrar a la sociedad civil desde sus cimientos hasta las más altas esferas, para que este nuevo grupo en lugar de convertirse en una amenaza para los ciudadanos sea precisamente un escenario de oportunidades en otros países, todavía los ciudadanos corrientes no comprenden cuáles son los objetivos de este nuevo grupo y lo ven simplemente como un tratado de libre comercio que viene a sumar a la lista del país y no como una posibilidad de progreso e integración con los vecinos.

En cuarto lugar, la AdP debería aprovechar la efervescencia que está creando en el mundo y darle un rol importante a los 30 miembros observadores que la conforman; no olvidemos que dentro de los países observadores se encuentran varias economías altamente desarrolladas como es el caso de Estados Unidos, Japón, Canadá, la República de Corea, Finlandia, Alemania e Inglaterra, las cuales podrían generar importantes fuentes de cooperación al interior de la Alianza en temas tan cruciales como el crecimiento verde, la educación o en el campo de la tecnología.

En quinto lugar, la Alianza también requiere potencializar el recién creado Concejo Empresarial de la AdP, esta nueva instancia amerita un alto grado de coordinación al interior del mismo, que permita que los empresarios tengan una adecuada representatividad y liderazgo dentro de las decisiones políticas que se toman en el grupo.

Finalmente, si esta Alianza de países latinoamericanos pretende ser una plataforma hacia el Pacífico, tal como su nombre lo indica, debería buscar tener un rol importante en el Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (Pecc, por sus siglas en inglés), pues de esta forma lograría tener visibilidad en la región, porque Pecc es considerado como el “Centro de Pensamiento” del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC) y porque este Consejo tiene una influencia positiva en los países que lo conforman a través de la divulgación de los reportes de Estado de la Región.

Así mismo, la Alianza del Pacífico debería buscar un mecanismo de diálogo con los países que conforman la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean) dado que este bloque espera consolidar precisamente en el año 2015 la Comunidad Económica de Asean y es un grupo de países que tiene características similares a las de los cuatro países de Latinoamérica. En cuanto al sector privado de la Alianza del Pacífico -en su recién creado Consejo Empresarial-, este debería emular las acciones emprendidas desde hace varios años por el Consejo Empresarial de APEC (ABAC, por su siglas en inglés) el cual ha logrado por más de 20 años comprometer precisamente a los empresarios de las 21 economías que conforman APEC.

Nada de esto podrá ser posible si los congresistas colombianos no comprenden de una vez por todas que el tema de la Alianza del Pacífico no es un capricho político de varios presidentes de turno, sino una apuesta congruente de una verdadera integración en Latinoamérica, que permitiría mejores y mayores vínculos con una región tan importante como es el Asia Pacífico y en definitiva una propuesta oportuna para crear mejores lazos con el mundo.